El estudio como servicio
Creo que nos pueden ayudar mucho, para reflexionar sobre el tema del estudio como servicio, las palabras con las cuales Romano Guardini inauguró el semestre de 1949 de la Ludwig-Maximilian Universität de Munich, en Alemania.
Él preguntó a su auditorio: ¿qué sentido tiene, en el fondo, el trabajo que los docentes, los estudiantes y los investigadores hacen en la universidad? A esta pregunta, dice Guardini, en primer lugar, hay que dar una respuesta práctica: “Vamos a la universidad para obtener ahí las condiciones con las que habremos de ejercer después nuestra profesión”. Sin embargo, agrega: “La respuesta es adecuada y correcta, pero no dice todo, ni siquiera dice lo esencial”.
Y, continuando, éstas fueron sus palabras: “El sentido último de la universidad es conocer la verdad, y precisamente la verdad por sí misma”.
La mentalidad hoy difundida globalmente en todo el mundo nos dice que no existe ninguna verdad por sí misma; sin embargo, este es un error de visión y de juicio que hay que corregir, dejándonos tomar de la mano por espíritus poderosos cuáles fueron, entre otros, Sócrates, Platón, Blondel, Simone Weil, Edith Stein y, más cercanos a nosotros, los espíritus de aquellos que viven, estudian, trabajan buscando la verdad sin miedo y con la certeza que antes o después la encontrarán, más bien que serán encontrados por ella. Y un testimonio poderoso lo tenemos en quien fundó el ICTE, el profesor Giovanni Riva, hombre de encuentro con la verdad.
En efecto, la visión por la cual no existe la verdad por sí misma, dice Guardini también, es falsa, peligrosa, arrogante, nociva y destructiva, en cuanto mira al rendimiento; mientras, en cambio, “el ser humano vive por lo que está sobre de él y antes de poder experimentar su fuerza debe reconocer primero que hay una grandeza que está por encima de él”. Y las frustraciones y el cansancio que los docentes, alumnos e investigadores lamentan a diario nacen exactamente de dejar a un lado la búsqueda de la verdad por sí misma. Y por esto el ICTE desea ser un centro de estudios y de preparación profesional muy diferentes a los demás, porque quiere privilegiar la búsqueda de la verdad por sí misma.
“La verdad por sí misma”: puede resultar palabra abstracta o innecesaria, porque lo que tenemos entre manos es la vida diaria, que nos “obliga” a cumplir ritos ineliminables que podríamos hasta definir “litúrgicos”, es decir, etimológicamente, “obra de todo el pueblo”: todos, ricos o pobres, inteligentes o no, capaces o incapaces, débiles o fuertes, de hecho, no podemos no arreglar nuestra vida sobre tres liturgias: comer, dormir y buscar – podemos llamarla o no “oración” – cómo no ser heridos por las relaciones y las acciones de los demás y/o de lo que llamamos vulgarmente “destino” o “accidente”. Todo esto es parte ineliminable de la vida y por esto viene a colación perfectamente una poesía de Montale que, en su idioma original, el italiano (traducir poesía es casi imposible), dice así:
Mia vita, a te non chiedo lineamenti
fissi, volti plausibili o possessi.
Nel tuo giro inquieto ormai lo stesso
sapore han miele e assenzio.
Il cuore che ogni moto tiene a vile
raro è squassato da trasalimenti
Così suona talvolta nel silenzio
della campagna un colpo di fucile.
En español podríamos sinteticamente parafrasearla así: vida, no te pido lo que no puedes darme, porque lo amargo y lo dulce son parte ineliminable de ti. Sin embargo, a veces oigo un disparo en mi solitaria campiña, y esto me abre a la vida, a la espera de una esperanza que me despierta y me vuelve vivo. Este disparo que nos hace volver a una vida cargada de una Promesa con la “P” mayúscula es un encuentro, en sí imprevisto, que me acoge y me supera. Verdad y encuentro, de hecho, van de la mano: y esto quita abstracción a la palabra verdad y vuelve importantísimo el encuentro con quién nos supera. Quizá tampoco sabíamos que estabamos esperando justo algo así, pero, cuando llega, cambia la perspectiva de la vida, que de desierto se vuelve primavera odorosa.
Por tanto, los diseñadores de interiores, los contadores, los filósofos, los maestros en educación (son éstas, por el momento, las áreas de estudio a las que se dedica el ICTE) y todo el personal que aquí trabaja, necesitamos conocimientos para poder trabajar con dignidad y capacidad, y sin embargo esto no dice ni siquiera lo esencial. Todos tenemos que buscar, a través y dentro de nuestro trabajo, “la verdad por sí misma”.
Esto conlleva una consecuencia teórico-práctica de mucha importancia. Un docente de ICTE acompaña a los alumnos en este tipo de camino, mucho más gozoso aun si más complejo y por tanto que requiere un poco más de compromiso, de estudio, de aplicación, porque requiere abrir la mente a un espacio más amplio de la simple adquisición de nociones específicas. Un alumno de ICTE sigue a sus docentes en esta línea, que no es usual pero que es de suma ayuda para que pueda volverse persona completa y realizada, capaz de amplia y sagrada curiosidad, como la definió Einstein. Los investigadores de ICTE se comprometen, por tanto, a ofrecer instrumentos que puedan ayudar a docentes y alumnos en esta dirección. Y todos lo que forman el personal operativo, que cumplen por tanto funciones directivas y de servicio en ICTE, viven esta unidad de mirada que les permite ser parte de una real comunidad educativa.
Y precisamente de esta conciencia nace el título de esta semana de trabajo cultural: “ICTE es encuentros”. ¡Qué así sea!, y no solamente a lo largo de estos pocos días, sino en las semanas, meses y años que nos verán juntos en una amistad ideal y operativa en la que nos comprometemos reciprocamente a buscar la verdad por sí misma.
Eletta Leoni
Rector